domingo, 5 de mayo de 2013

¿Por qué no te vas al carajo, Laura Gallego?

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Definitivamente la mayor ruina literaria que entró en mi casa fue un libro que, inocentemente, mi madre me regaló por uno de mis últimos cumpleaños como preadolescente: Memorias de Idhún I: La Resistencia, primera parte de la trilogía del asco puto.
En cuanto lo vi, supe que no podía esperar nada bueno de algo con cubiertas iridiscentes. Recuerdo cómo, unos minutos antes de abrirlo, me paré a imaginar a los empleados de la editorial votando por el que sería el diseño definitivo del exterior del libro. Menudos hijos de puta, sabían lo que era la mesura y habían escupido en la totalidad de su significado. De todos modos, la portada no era más que el preámbulo de algo infinitamente peor.


Tú no lo sabes, pero ¡brillo!

Por aquel entonces yo desconocía la existencia de Laura Gallego, y descubrirla me hizo caer en la cuenta de que los oligofrénicos no sólo escriben, sino que también publican. Tienen abnegados seguidores que les leen, apoyan y adoran a pesar de tener un claro problema a la hora de discurrir una historia nueva o de construir unos personajes creíbles y mínimamente complejos. Fue una forma cojonuda de dinamitar la idílica visión que tenía del mundo editorial.
Y aunque aquella primera cata me pareció aborrecible, tengo por costumbre terminar lo que empiezo, así que engullí la dichosa trilogía al completo. Sin embargo, mi total desprecio a esta escritora de mierda no se forjó hasta dos o tres años más tarde, en el instituto, donde una gilipollas que por aquella época me daba clase decidió hacernos leer Las crónicas de la Torre. Y fue ahí, justo en ese momento, cuando supe que no se trataba simplemente de una escritora atroz, sino que iba más allá. Laura Gallego había conseguido trascender los límites de la ineptitud, logrando así reformular el concepto de nulidad narrativa. Y, me cago en Dios, eso me llenó de ira adolescente.
Imaginadme en esa situación. Obligada a lidiar con una trama insulsa y unos personajes con motivaciones tan pueriles que podrían haber sido sustituidos por un par de zapatillas y nadie notaría la diferencia. Joder, era el auténtico drama.




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A día de hoy, algo que me causa un gran desasosiego —bueno, uno chiquitito, pero ahí está— son las fotos de esta señora, sonriendo como una subnormal, con un holocausto arbóreo entre sus manos. Una gran y jodida criminal, encantada de recibir tanto por hacerlo tan mal. Oh, joder, ¡pero si le pagan por follarse a la fantasía épica!

Jejejeje, sé contar hasta patata

No obstante, voy a romper una lanza a su favor, sin que sirva de precedente, y es que si algo podemos agradecerle a esta, la mujer de las tristes ojeras, es que ha sabido ver la epicidad que reside en el bestialismo.

Ahora, ¿por qué no te vas al carajo, Laura Gallego?



5 comentarios:

  1. Para mi, esta es la Stephenie Meyer valenciana.

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  2. Yo a mis tiernos 13 años, con unosfamiliares que pensaron que ya que me gustaba la fácil literatura fantástica de Harry Potter, decidieron saturarme de libros de temática parecida. Acabé solo el 1er libro, pero ya a la mitad sabía que eso era una puta mierda. Luego me entero que la tía esta tiene una legión de fans y todo. Que asco colega.

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    1. No sólo una legión de fans, también un montón de libros de mierda publicados. Lloro.

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  3. Curiosamente, esta tía fea escribía historias mucho más interesantes antes de pasarse a la literatura fantástica adolescente que puso de moda la zorra de J.K.Rowling con sus libros cursis-flema-británica-abracadabra. Recuerdo haber leído en el colegio "Finis Mundi" y "La Leyenda del Rey Errante" y haberme parecido libros bastante por encima de la calidad media de la colección roja del Barco de Vapor.

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