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De la heptalogía —y los cientos de productos derivados— de J. K. Rowling hay mucho que decir, en contraste con lo poco que ha aportado o tiene que aportar la saga. No sólo es susceptible de ser valorada desde un punto de vista puramente teórico, sino que el fenómeno fan que dimana de la obra también es objeto de análisis . Vamos, que es una mierda contundente.
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En lo literario, Rowling no destaca por ser precisamente una Faulknerina. Si bien su narrativa evoluciona a lo largo de los siete volúmenes, creciendo de la mano de los personajes y dándole a cada episodio una narración de carácter más maduro, esto es lo mínimo que se le puede pedir tras tantos putos años dedicada al universo Potter.
Una de las principales carencias de nuestra amiga J. es su deficiente capacidad para construir personajes. Cuando la figura que vertebra tu obra es el cliché del huerfanito maltratado, pero amoroso, valiente y abnegado, tan predecible como mediocre, es el momento ideal para comenzar una prometedora carrera en el terreno de la autoayuda, porque se te ha ido un poquito de las manos eso de reformular Oliver Twist. Los otros dos miembros de la tríada, Lisa Simpson Hermione Granger y Milhouse Van Houten Ron Weasley, son los pilares perfectos para un chavalito tan perversamente plano como Harry Potter: por un lado, la clásica empolloncita insufrible; por otro, el mejor amigo graciosete, un poco tonto y con un peculiar color de pelo. Ambos siempre fieles, ambos siempre dispuestos.
Otro de los puntos flacos de la saga es lo lineal de la historia. ¿Entretenida? ¡Coño, claro que sí! Pero tan simple y vacía que asustar mirar a siete libros y que no te digan absolutamente nada. Supongo que para J. suponía un esfuerzo monumental incluir un poco de simultaneidad de sucesos, es decir, hilar acontecimientos no únicamente ligados a lo vivido por el protagonista, salir de esa puta visión harrycentrista constante y que, al menos a mí, me condenó al hastío absoluto.
Que, además, la prosa de Rowling parezca dirigida únicamente a la exaltación de valores como el amor o la amistad no ayuda mucho a empujar las posibilidades del argumento de sus novelas, sino que lo encumbra como una cargante y lacrimógena mariconada.
Que, además, la prosa de Rowling parezca dirigida únicamente a la exaltación de valores como el amor o la amistad no ayuda mucho a empujar las posibilidades del argumento de sus novelas, sino que lo encumbra como una cargante y lacrimógena mariconada.
«Ey, niños, el amor y la amistad siempre lo petan de la hostia». |
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